Cuando la primavera está entre nosotros y las aves estivales van llegando nos hace mucha ilusión la primera vez que vemos una especie después de varios meses lejos de nosotros. Una tarde decidimos ir a buscar varias de estas maravillosas viajeras a una Sierra cercana a la capital.
Al que más buscamos en los cortados graníticos es una de las más bonitos paseriformes de nuestra avifauna. La preciosa cabeza azulada con su cuerpo rojizo y sus alas negras del macho ayudan, junto con su gusto por colocarse en las partes altas, a encontrar al roquero rojo (Monticola saxatilis). Es un habitante de las montañas abulenses y la zona que recorríamos era una de las habituales para ellos. En los últimos años la especie ha sufrido una regresión muy importante y en este lugar se ha notado pues ha pasado de tener varias parejas a ser una o dos las que se reproducen.
Nos costó encontrarlo pero al final pudimos disfrutar muchísimo con sus preciosos colores.
También disfrutamos mucho con una especie que no se reproduce en esa Sierra y a la que pillamos de viaje a sus zonas de reproducción en el norte de la Península o en otros países europeos. Es una de las protagonistas de postnupcial pues las vemos en buenos números y en el prenupcial se hace más de rogar. Por eso ver a este macho de tarabilla norteña (Saxicola rubetra) en todo su esplendor nos alegró el inicio de la ruta.
Otro de los protagonistas del lugar es uno de los bisbitas que regresan de África. En este caso es el que busca laderas con vegetación baja para sacara adelante una nueva generación de campestres. Fue el último en aparecer y en mostrar su característica silueta de cuerpo alargado y cola larga con tonos pardo amarillentos. Nos gusta mucho ver al bisbita campestre (Anthus campestris) entre las hierbas mientras busca insectos.
Durante todo el recorrido hubo una especie que nos acompaño de manera omnipresente. No había apenas zonas sin su pareja de collalba rubia occidental (Oenanthe hispanica). Los machos se mostraban pechados sobre algún matorral o encina, o sobre alguna roca con su llamativo plumaje de tonos blancos y anaranjados con el ala y la cara de un negro intenso. Las hembras sin embargo, trataban de pasar desapercibidas entre las rocas.
Pero si algo lleno de ilusión a Eneko fue poder fotografiar al Cuco (Cuculus canorus). Para él era una de esas especies que siempre había visto de manera fugaz o había escuchado pero apenas había visto posado. Así que al verlo y con toda la emoción consiguió retratarle mientras llenaba el valle con su "cu cu".