Impotencia y dolor. Así ha sido mi vuelta a Ávila (a sumar otro mazazo familiar).
Ambos sentimientos son los que he tenido estos últimos días, desde que el fin de semana del 15 de agosto, el fuego empezó a llevarse por delante uno de los paraísos abulenses. Desde la distancia (nos pilló de viaje) la impotencia se apoderó de nosotros al ver como las llamas devoraban miles de hectáreas (cerca de 25.000) de piornales, matorral, pastizales y pinares de repoblación y amenazaba pueblos que forman parte de nuestra vida. Impotencia por ver como el fuego avanzaba sin control a pesar del gran esfuerzo que han hecho todos los que han estado luchando en primera línea. Impotencia por no poder hacer nada.
Al llegar a Ávila apareció el dolor. Dolor por ver como la preciosa vista que tenemos de la Sierra estaba teñida del negro de la desolación. Dolor por las gentes que están sufriendo por todo lo que tenían en su vida (en mi cabeza están mis alumnos de Sotalbo y Solosancho). Dolor por los animales que las llamas se han llevado por delante y por aquellos que ya no reconocerán el lugar donde vivían.
Impotencia y dolor por las aves que en este maravilloso lugar tenían su territorio.
La subida al Zapatero (la mayor cota de la Sierra) era un lugar excepcional para poder ver a la joya de las cumbres abulenses. Rara era la mancha de piornal donde no se podía disfrutar, a finales de primavera, de los machos de Pechiazul (Luscinia svecica) cantando y enseñando su preciosa medalla del color del cielo .
Junto al pechiazul, y si nos fijábamos en los matorrales que salpicaban las zonas de pastizal de montaña podíamos descubrir a uno de los viajeros más intrépidos de nuestra avifauna. Si nos fijábamos bien podíamos ver un ave paseriforme que quería ser una rapaz (su pico así lo delataba). Si teníamos suerte de ver al macho podíamos ver su bonito dorso rojo y su antifaz negro. En la cara norte de la Paramera había varios territorios de Alcaudón Dorsirrojo (Lanius collurio).
La cara sur de la Paramera era el único punto de la provincia donde poder ver un ave típico de los cortados calizos de la zona mediterránea. Su llamativa cola blanca sobre un negro intenso delataba a la Collalba negra (Oenanthe leucorodia) cuando volaba de una mole de granito a otra.
Termino este pequeño homenaje a una verdadero paraíso, que se ha perdido entre las cenizas y que espero que poco a poco recupere parte de la biodiversidad que tenía y que lo hací a tan especial para todos los abulenses, con el sonido de la Sierra en primavera. En ella ha sido donde he podido escuchar de manera inigualable a la Agachadiza Común (Gallinago gallinago) en su vuelo nupcial.
Mucho ánimo a tod@s (y ahora especialmente a la gente de los pueblos afectados)
Gracias por seguir el blog
Saludos Abulenses