Una ventana abierta a la naturaleza a través de los ojos de lo me apasiona: las Aves.

domingo, 26 de junio de 2022

BUITRE MOTEADO O DE RUPPELL EN LA MORAÑA

 Siempre han dicho que cuando quieres con mucho ahínco que algo se cumpla puede llegar a pasar. O que si te esfuerzas en conseguir algo puede alcanzar ese sueño. Ayer se cumplió uno de mis sueños ornitológicos y en él la naturaleza hizo su trabajo para alinear las acciones y que lo que os voy a contar pasase.

Tras una mañana de aguiluchos, recorriendo la parte más al norte de la Moraña, en el entorno de Madrigal de las Altas Torres, y ya de regreso a la capital desde uno de los coches vimos un par de buitre negros posados. Decidimos  parar para verlos y vimos un grupo de leonados posados sobre una estructura de metal. Avisamos el resto de compañer@s para que viniesen a verlos pues habían pasado de largo. una vez todo en el lugar me acerqué al coche de Miguel y Alfonso y les dije "me vengo con vosotros a ver el moteado que está allí" obviamente en tono de broma. Y al mirar había uno que parecía algo más pequeño pero siempre piensas en cuestiones de perspectiva.

Pero al salir volando la cosa cambió. Me percaté rápido de que entre ellos había uno más oscuro y que se diferenciaba claramente de los demás- Rápidamente , y ya nervioso, me quedé siguiéndole en el grupo mientras el resto cogía la cámara y una vez localizado le fotografiaban.  Era patente que no había diferencia de color entre las infracobertoras y las plumas de vuelo además de que el patrón de blanco de esa parte inferior del ala era diferente al resto. Además cuando volaban junto se veía algo más pequeño. Una vez subió mucho y al ver una foto del dorso, éste nos corroboró lo que estábamos viendo pues tenía un ligero moteado en esas partes superiores del plumaje. A pesar de todo ello, y por la falta de experiencia con la especie hablé de ello con un par de amigos (gracias Miguel Rodríguez y Javi Elorriaga) y confirmamos lo que en el campo habíamos visto, nuestro primer buitre moteado (Gyps rueppellii) y encima en Ávila. 

Para más alegría el ejemplar estaba marcado y gracias a la celeridad de Miguel en la noche de ayer nos llegaba su información. El ejemplar fue marcado en mayo de 2021, en su segundo año de calendario (2cy) en Marruecos (Jbel Moussa) y desde octubre de ese año lleva por la Península con observaciones tanto en España como en Portugal (4 con la de ayer).

Para hacernos una idea del pepinazo (como nos gusta ese término a los pajareros) de la cita el rueppellii  se distribuye al sur del Sáhara ocupando la franja central del continente africano (es uno de los que acompañan a leones u hienas). En los movimientos migratorios de los buitres leonados que han cruzado el Estrecho y que regresan a la Península algunos de estos moteados se integran y llegan a la Península. Es frecuente verlos en el entorno del Estrecho y recientemente se ha confirmado que un ejemplar se ha asentado en la provincia de Málaga. Para Ávila es la segunda cita tras el ejemplar que vio Nayib  (hay una posible tercera). 

Disfrutad de él gracias a las fotos de Alfonso Guío ya que yo con seguirle y tratar de identificarlo tuve suficiente.






 

jueves, 16 de junio de 2022

EL GRAN DUQUE

Las aves nocturnas no han sido el grupo de aves que más he buscado en mis años de pajareo. Aún así he conseguido ver varias veces a la mayoría de las que llenan las noches abulenses. Pero Eneko tenía una espina clavada pues había podido disfrutar del minúsculo autillo (la alarma  de la noche), del "diurno" mochuelo sobre algún montón de piedras, de unos jóvenes del año de búho chico que vinieron a cantar a nuestro barrio el año pasado, el canto del cárabo en un bosque del norte,  a la lechuza campestre en sus campeos por El Oso o al chotacabras europeo mientras volaba en las Hoces del Duratón. Le faltaba el gran duque, le Búho real (Bubo bubo),  el más grande e imponente de las rapaces nocturnas. Y hace unos días, mientras volvíamos de aguiluchos (nuestro día día pajarero en estos momentos), decidimos pasarnos por una zona donde se ve regularmente a este portento del vuelo silenciosos, de la visión nocturna con sus grandes ojos  y de la caza, son sus enormes garras.

Y no se hizo esperar, pues nada más llegar ya pudimos ver si silueta, poco más pudimos ver con la escasa luz que le quedaba al día. Aún así fue un momento muy bonito pues nos clavó sus naranjas ojos y en el silencio del atardecer cruzamos miradas. Para Eneko fue una sensación indescriptible pues además de poder ver un ave que deseaba ver desde hacía tiempo, la observación fue a placer y durante un buen momento. Los tres (nos acompañaba Miguel, nos fuimos con una sensación muy bonita para terminar el día.





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martes, 7 de junio de 2022

LOS INCANSABLES VENCEJOS

 Hoy, coincidiendo con el Día Mundial de esta familia apodidae,  vamos a rendir un merecido y necesario homenaje a unos portentos de la naturaleza que les ha hecho tener unas características evolutivas que les lleva a volar durante toda su vida de manera incansable. Los Vencejos son una aves con una silueta inconfundible de alas largas y puntiagudas que asemejan a un boomerang y cuerpo en forma de proyectil que le hace ser una máquina aerodinámica perfecta que necesita para estar volando sin podarse durante 10 meses al año. Una de las curiosidades más llamativa de ellos es que solo se posan para criar , durmiendo en el aire fuera de dicha época, y de ahí que posean unas patas tan cortas que les impide emprender el vuelo desde el suelo. 

Los vencejos son aves migradoras que recorren grandes distancias entre los lugares de cría en latitudes como las nuestras y sus cuarteles de invernada en zonas del sur de África llegando a recorrer mas de 15.000 Km a lo largo del año (solo entre ambas zonas) y alcanzando grandes distancias. Uno de los aspectos más importantes de estas aves es lo beneficioso que resultan para nosotros ya que son unos incansables comedores de insectos llegando a comerse cada individuo alrededor de 60 Kg de ellos al año.

En España podemos ver un total de 6 especies de Apus de los cuales 4 se han citado en nuestra provincia (no contamos con el recientemente colonizador Vencejo moro y el canario Vencejo unicolor). Vamos a conocer a este póker de voladores.

El primero de ellos es el más habitual de los cuatro, viéndose en cualquier punto del cielo abulense con lugares espectaculares para disfrutar de ellos como las murallas de al capital al atardecer. El Vencejo común (Apus apus) es el más oscuro de todos en su conjunto ya que su plumaje es negro por completo con excepción de una pequeña mancha gular (garganta) pálida. 





Un poco más tempranero en llegar y más tardío en llegar a nuestros pueblos y ciudades es el segundo de ellos. El Vencejo pálido (Apus pallidus) es un habitantes de las zonas más meridionales de la Península siendo los valles del Tietar, Alberche y Corneja las mejores zonas abulenses para verlo. Aunque puede confundirse con el común sus tonos más pálidos y escamado (debido alas puntas blancas de sus plumas corporales),  sus alas más redondeadas y su mancha gular extensa lo diferencian de su primo. Todo ello será definitivo si escuchamos su bisilábico chillidos.


El tercero es el más grande de los nuestros. Además va a ser el mas fácil de identificar pues rompe con esa uniformidad de tonos en el plumaje. El Vencejo real (Apus melba) es un robusto vencejo en el que destacan sobre el negro la tripa y la garganta blancas con un collar entre ellas. Es un habitante habitual de los cortados y roquedos mediterráneos. En la provincia se observa fundamentalmente en los pasos migratorios siendo el inicio del postnupcial (finales de agosto y septiembre) un gran momento para buscarlo en los enormes bandos de comunes que vuelan formando una nube de veloces torpedos.


Para el final he dejado a la sorpresa del pasado año. De manera sorprendente en el mes de julio de 2021 se encontraron varios ejemplares de Vencejo cafre (Apus caffer) en una zona del valle del Alberche. Fueron la noticia ornitológica abulense del verano pues este vencejo es un reciente colonizador desde tierras africanas con zonas de reproducción muy restringidas en algunos puntos de Extremadura y Andalucía. Este caffer se diferencia del resto por tener, sobre el plumaje negro, un obispillo (parte de encima de la cola) blanco así como una cola más ahorquillada que sus primos. A lo largo de este verano tendremos que tratar de constatar su reproducción y para ello ya estuvimos por la zona sin suerte en la observación de ejemplar alguno. 


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jueves, 2 de junio de 2022

LA VUELTA DE LAS TERRERAS COMUNES

Los alaúdidos son esas aves de color terrosos que siempre son complicadas para aquellos que empiezan en esto de la observación de las aves. Ese color se debe a que son típicas de zonas de cultivo o herbáceas donde han de pasar lo más desapercibidas posible. Para identificarlas tenemos que fijarnos en algunos rasgos sutiles. 

Debemos de fijarnos en el enorme tamaño de la calandria que además tiene una llamativa mancha negra en el cuello y que en vuelo marca un borde de fuga blanco. Lo haremos en las rectrices blancas cuando tengamos delante a la alondra común. Para la más forestal de todas, la totovía será definitorio la nuca donde llegan las dos cejas (listas superciliares) y el patrón de las cobertoras primarias. Si nos vamos a las cogujadas y su puntiaguda cresta tendremos que fijarnos en el pico, el moteado del pecho o el penacho para diferenciar a la montesina de la común. De todas estas podremos disfrutar a lo largo del año en nuestros campos.

Pero hay una de ellas, la terrera común (Calandrella brachydactyla),  que nos abandona en septiembre, cuando emprende un viaje que la llevará al Sahel donde pasará los meses más fríos para, entre marzo y abril, regresar de nuevo con nosotros para reproducirse. Es un alaúdido en el que destaca el blanco de sus partes ventrales (pecho y tripa). Luce además una ceja marcada y dos manchas negras, al estilo de la calandria pero menos patente, a ambos lados de la garganta. 

Al igual que el resto de aves esteparias, los alaúdidos y con ello las terreras están sufriendo un fuerte declive a consecuencia del cambio en los usos del suelo. Por ello verlas de nuevo regresar y disfrutar de ellas siempre es un gusto pues he de decir, sin menospreciar a ningún miembro de la familia, que siento debilidad por estas pequeñinas de pálidos tonos.







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