Ayer de nuevo he vuelto a sentir los olores y los sonidos de la sierra. Después de 3 meses sin poder salir a pasear más allá de nuestro kilómetro y tras consultar la legalidad de ello, me fui a pasar una jornada pajarera con Eneko. Y el lugar elegido fueron las Vegas altas del Alberche y el puerto de Chía, en el entorno del pueblo de San Martín de la Cega del Alberche. Y la mañana fue espectacular de lo cual tiene mucha culpa Sergio Rodrigo, un gran conocedor de este paraíso y que nos ayudó a descubrir algunos rincones maravillosos. Mi objetivo era "volver" al campo viendo las dos especies, que para mi, son los emblemas de nuestra provincia. Vamos con la primera de ellas.
Desde hace unos años la Agachadiza Común (Gallinago gallinago) en época reproductora se ha convertido en una de mis obsesiones de la primavera avanzada (fue una auténtica obsesión antes de poder verla). Y esa obsesión viene dada por varios factores. El primero es que la población reproductora ibérica de la especie se limita a las sierras abulenses (a excepción de algunas pocas parejas orensanas). El segundo es la dificultad para verla pues se activa a primera y última hora del día permaneciendo después entre la alta hierba de los prado encharcados donde saca adelante a sus crías. Y el tercero es por poder ver, y sobre todo oír, su espectacular vuelo nupcial.
Por ello elegí esta zona de la geografía abulenses pues es, además del lugar donde en 1976 la citó por primera vez Castellanos, la mejor zona para observarla. La agachadiza común necesita prados hidrófilos de escasa pendiente, por encima de los 1500 metros de altitud, que en esta época se mantienen encharcados y en los que a menudo hay ganado. Y eso es lo que predomina en el entorno de los pueblos de San Martin de la Vega del Alberche y Garganta del Villar. No en vano todos los años hay parejas que crían en los prados a escasos metros de las casas del pueblo y éste año no podía ser diferente y al menos dos parejas lo hacen muy cerca de los habitantes del pueblo.
Pero lo más espectacular, y que aún no había podido ver, es ver a esta maravillosa limícola posada, con los primeras luces del día, sobre los postes y los cables que acompañan al visitante cuando llega al pueblo. Ayer fue el día. A primera hora de la mañana nos esperaban dos ejemplares en esta infraestructura humana que se alza sobre los pastos donde la "cabrilla" se esconde. Podría haber estado toda la mañana viéndola y mientras estaba frente a ella recordaba los días en que recorría los prados de diferentes sierras abulenses buscando alguna de las parejas que mantienen la población española de esta pequeñina de pico enorme. Ahora os toca disfrutar a vosotr@s.
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