La primavera tardía trae uno de los momentos mágicos del pajareo. El pasado fin de semana, dentro del curso de aves que realiza la Diputación de Ávila año tras año (y ya van 10) me tocó acompañar al grupo de pajareros a la plataforma de Gredos con la idea de disfrutar de las aves de alta montaña, de las que les hablé en la ponencia del viernes, y sobre todo con el objetivo de disfrutar del Ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica) en el momento álgido de su cortejo.
La mañana estaba fría y amenazaba con que la niebla cubriese las montañas y nos impidiese al menos buscar al más bonito de las sierra abulenses. En este mes de mayo los machos de pechiazul, después de regresar de sus cuarteles de invernada, aprovechan lo alto de los piornos donde la pareja establece su nido, para cantar y mostrar la preciosa medalla azul que le da nombre. Con la ilusión de muchos de verlo por primera vez, y de los demás de reencontrarnos con esta maravilla, nos apostamos en los piornos. El viento hacía difícil que las aves saliesen del abrigo de los arbustos y corría el tiempo sin que viésemos más allá que algún vecino del más deseado. Nos cambiamos de masa de piorno y apareció la primera y fugaz, observación de un macho que salió volando, mostrando su preciosa cola rojiza, antes de posarse en la alto durante unos segundos para desaparecer. Ya estaba visto pero solo por algunos de nuestros acompañantes, y eso es algo que cuando guías un grupo deja mal sabor de boca. Había que insistir.
A lo lejos vimos otro pero no era una observación buena así que decidimos cambiar de nuevo y el momento quedará grabado en la mente de todos los que pudimos vivirlo. Eneko fue el que dio la voz de alarma. Un preciso macho estaba cantando en lo alto del piorno. Todo el mundo prismático a los ojos, creyendo que la observación sería fugaz pero nada más lejos de la realidad. Se mantuvo varios minutos para que todos los disfrutasen de manera inolvidable. Eneko le pudo captar en todo su esplendor a pesar del día.
Poco antes el protagonismo lo tuvo otro de los deseos de ese día. Ya habíamos visto un macho de roquero rojo en la zona de calzada pero estaba muy lejos para disfrutarlo. En esta ocasión la observación fue inmejorable pues pudimos ver al macho y la hembra sobre uno de los roquedos en los que les gusta estar, apostados en lo alto vigilantes ante cualquier insecto que se mueva entre la hierba de las partes bajas. El macho tuvo la curiosidad de acercase al lugar donde estábamos para que viésemos el precioso patrón de color que tiene y que le hace ser uno de los más vistosos de la alta montaña
Gracias por seguir el blog
Saludos abulenses
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