Hay lugares que por una cosa o por otra se convierten en esos sitios donde uno encuentra tranquilidad y donde cuerpo y mente cogen fuerzas cuando las pilas están a punto de agotarse. Las mías este verano han estado cerca de caer por todo lo que hemos pasado pero vuelven a estar llenas y preparadas para afrontar un nuevo (y difícil) curso. Y ese lugar, en el que confluyen mi familia, mis mejores amigos, el pueblo más bonito del mundo y un paisaje increíble es Sepúlveda, mi pequeño paraíso.
Durante 10 días hemos estado disfrutando de muchos ratos en familia ( una pena que Mery no haya podido ir), de momentos con mi gente (que extraño es tener que estar tan lejos y protegidos), de paseos para reencontrarme con la historia del pueblo (con nadie mejor que con Ana) y de momentos en esas Hoces que fueron mi escuela de pajareo.
Este año ha sido excepcional en mis observaciones de una de las especies más representativas de los hábitat rupícolas de los que el Duratón es uno de sus mejores ejemplos. En mis dos salidas pajareras he podido ver al buitre sabio volando sobre los cortados calizos que acompañan al río en su marcha hacia el gran río castellano. Además de eso en un paseo por las calles de la villa que me vio crecer pude ver hasta 3 ejemplares de Alimoche Común (Neoprhon percnopterus). Y más aún, desde mi casa, y junto a mi padre y a Eneko, he podido ver otro adulto volando muy cerca de nuestro balcón.
Os dejo con alguno de ellos. El que fotografié volando lo vimos en la Senda de los dos ríos, en el entorno de la calzada romana y la Puerta de la Fuerza (una de las 7 de la Villa) mientras que el que está posado lo vi en la Fuente del Caldero, que tan buenos recuerdos de mi infancia me trae).
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