Seguimos con lo vivido este verano del que apenas nos acordamos. Además ahora que una tendinitis me tiene en el dique seco pajarero (que mal llevo no poder echarme el telescopio al hombro y los prismáticos al cuello) aprovecho para publicar lo que tenemos en el cajón. Volvemos al Estrecho a finales de agosto.
Cuando le conté a Eneko lo que preveíamos ver los días que pasamos por Pelayo (entre Algeciras y Tarifa) su primera pregunta fue" Papá, si que veremos abejeros, ¿verdad? y ante mi asentimiento completó con "y tu crees que veremos algún abejero cerca". Hasta este viaje Eneko tenía la sensación de haber visto a estas espectaculares rapaces a gran distancia y no haberlas disfrutado como habría querido. Y vaya si los vimos.
Un viaje al Estrecho a finales de agosto es algo inexplicable y solo si lo has vivido eres capaz de disfrutar su grandiosidad. Es una vivencia de las que no olvidas pues este punto del suroeste europeo es un gran embudo que recoge todas las aves del occidente del continente en su viaje hacia África. Por allí pasan cientos de miles de aves planeadoras que tratan de superar los 14 Km que separan Tarifa del otro lado del charco, ya en tierras marroquíes.
Si hablamos de calidad de observación nada como el punto de observación de Tráfico los días de viento de levante. Allí, en compañía de Alex Onrubia (un enorme conocedor de la migración y amabilísimo pajarero) pudimos vivir algo inolvidable. Por allí, a escaso metros de nosotros, pasaban sin cesar decenas de abejeros europeos. Tan cerca pasaban que podíamos ver su precisos ojo amarillo y ese plumaje tan variable como bonito. Tal fue el disfrute que las horas que estábamos allí, rodeados de pajareros de todos los lados, que se pasaban como si fuesen minutos.
Si hablamos de cantidad el día que vivimos en Algarrobo es insuperable. Esa mañana pudimos ver nada más y nada menos que 9.000 abejeros europeos (Pernis apivorus) levantándose a partir de las 10:00 desde los Alcornocales para lanzarse hacia el sur, pasando sobre nuestras cabezas como un río de aves que no cesaba. Grandes ruedas de ellos emergían sobre las copas de los gigantes para ganar altura antes de tirarse sin miedo hacia el mar que les lleva a las tierras donde pasar estos meses que vienen.
Así que si, Eneko vio algún abejero y si, los vio tan cerca como estos que vais a disfrutar ahora. Todas las fotos son suyas.
Gracias por seguir el blog
Saludos Abulenses
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