Ayer por la tarde, tras unos días saliendo a aguiluchos, Eneko y yo salimos un rato al monte. Además las lluvias nos dejaron una tregua tras varios días donde el cielo dejó caer el ansiado agua que el campo necesitaba y decidimos pasar por el entorno del puerto de Navalmoral. Tenía ganas de ver si un nuevo año, a pesar de que la zona quedó arrasada hace un par de años por el trágico incendio que arrasó la Paramera, la agachadiza común criaba en algunos de los prados de esta preciosa zona de montaña abulense.
No pudimos ver a esta espectacular limícola con su inigualable vuelo nupcial pero si que pudimos disfrutar muchísimo con dos aves que nos hicieron las delicias durante las dos horas que estuvimos recorriendo varios prados rodeados de matorrales y algunos árboles que se salvaron de las cenias al contrario que muchos de los piornos que hace años tenían de amarillo las cumbres de este puerta al valle del Alberche.
Muchos fueron los pajarillos que vimos pero hubo una que por su omnipresencia y por su cercanía e convirtió en la protagonista de la tarde. Desde que llegamos y empezamos a movernos entre los matorrales ya empezamos a escuchar las primeras currucas zarceras (Curruca communis) entre las ramas. Alguna de ellas ya se pusieron en lo alto de alguna de las ramas para cantar y mezclar sus notas con las de los escribanos trigueros, las currucas mirlonas o las tarabillas comunes. Continuamos viéndolas en todo el trayecto pero fue cuando paramos a reponer fuerzas cuando más las disfrutamos. Nos sentamos en el suelo frente a un matorral donde descubrimos algún pollo al que los padres no paraban de llevar comida y lo hacían sin inmutarse ante nuestra presencia (siempre a una distancia prudencial para no molestar). Disfrutamos de lo lindo de sus alas rojizas, su cabeza grisácea y su garganta blanca.
Junto a ella y junto a otros moradores de los matorrales como los alcaudones comunes y dorsirrojos, había otro pajarillo que cantaba a pleno pulmón sus sílabas aturulladas. Fue el primero en recibirnos cunado empezamos el camino. En lo alto de una zarza, que le da nombre, cantaba este pajarillo de tonos amarillos. El zarcero poliglota (Hyppolaris polyglotta) regresa de sus viaje otoñal en plena primavera para teñir de jalde las ramas donde vive. También nos acompañó durante toda la tarde aunque en menor número que la zarcera.
Gracias por seguir el blog
Saludos abulenses
La verdad que me sorprende que nunca cites al menos para mi, a una de las joyas de la avifauna, la perdiz roja. Hay tan pocas en Avila o es que nunca la mencionas por estar "harto" de verlas? Hace años en el puerto de Navalmoral habia algunas de estas esplendidas aves . No se si aguantaron al incendio
ResponderEliminarLa verdad es que son espectaculares y más si las escuchas cantar desde lo alto de alguna roca. Es un ave que veo menos que hace unos años pero si que hay zonas donde las veo.. En Navalmoral no las vi el otro día.
EliminarGracias por seguir el blog