Voy con una de las especies que tengo en espera de este verano. Vamos a retraernos hasta el mes de julio y voy a contaros una de esas salidas que no se me olvidarán nunca: por el momento, la compañía y por la especie de la que pudimos disfrutar.
Las gaviotas blancas estaban en mi lista de especies a bimbar lo antes posible. De hecho, el último viaje prepandemia tenía como objetivo tratar de ver a una de las dos que nos visitan en los meses de enero y sobre todo febrero, pero ese mes del año 2019 no fue muy buena para poder descubrir, entre los bandos de gaviotas, al hyperboreus y a la glaucoides.
Como todos los años sacamos unos días para disfrutar de tierras cántabras y coincidentemente se estaba viendo una gaviota polar (Larus glaucoides) en Santoña. Si bien es cierto que estábamos en el extremo contrario de la Comunidad merecía la pena darnos un madrugón para ver si podíamos ver a esta preciosa gaviota que tiene su lugar de cría en la lejana Groenlandia. Al comentárselo a Eneko no hubo dudas pues su cara me dió la respuesta.
A las 9:00 estábamos en el puerto y aunque no habíamos desayunado y el hambre apretaba un poco, decidimos echar un vistazo desde el puerto por si acaso era el momento de la glaucoides, ya que se la veía de manera intermitente en la bahía. Me puse a controlar dos grupos de gaviotas con algo más de un centenar cada uno para tratar de ver una más blanca que las demás- Varios pasos por cada una de las gaviotas sin éxito. Mientras tanto Eneko revisaba algunas zonas más cercanas por si acaso. Y le tocó. En un momento en que, con la marea bajando, una pequeña isleta quedó descubierta muy cerca de la entrada al puerto lanzó un " ahí está la polar". Mientras revisaba el grupo le dije "mira bien" y él reiteraba que si que lo era , que estaba seguro. Cuando dirigí mi telescopio hacía allí, pude ver una gaviota totalmente blanca entre el resto de los láridos. Celebración por todo lo alto antes de disfrutar a placer de la espectacular blancura de esta preciosa gaviota.
La gaviota polar es un visitante anual en las costas ibéricas, generalmente entre enero y mayo, siendo la cantábirca la que suma el mayor número de ellas. Por ello esta cita en pleno mes de julio resulta excepcional y para nosotros vaya si lo fue. Una preciosa mañana con una especie espectacular y en la mejor compañía posible (pena que fuese pronto para que Eli y Elia nos acompañasen y hacerla perfecta)
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